Oscuridad para la Casa
De pequeño fui llevado por mi padre a conocer comunidades muy desposeídas, las casas eran hechas de lata o de la madera de cajas de importación, en espacios reducidos del tamaño de un cuarto regular, familias enteras dormían, comían y jugaban, todo en ese espacio.
Las calles eran de barro, los baños fuera del rancho, no había red de cloaca y la luz eléctrica llegaba por alambres en palos de madera. Había necesidad, habían ancianos, habían niños, pero la mayoría eran jóvenes en edad productiva. A muchos de ellos mi papá los llamaba "hermanos".
Son hermanos de mi papá por la religión que profesan (evangélicos), pero yo no les pedía la bendición y muchas veces me costaba ser amable. Era un niño pero ya tenía criterio, no tenía nada que ver por su condición social, yo no era un niño aburguesado; tampoco por la religión, siempre he creído en Dios, soy cristiano desde que tengo conciencia, hoy cristiano católico. Mi disgusto era porque ellos se quedaban con mucho de lo que era mío.
Me quede sin cama y dormía en un colchón en el suelo porque mi papá regaló mi cama. Me quedé sin bicicleta porque mi papá la regaló. Y aunque mi papá siempre fue consentidor, su modo de practicar la religión, lo llevó a priorizar en las necesidades de sus "hermanos" a costa de generar necesidad en su verdadera familia. Así conocí el socialismo.
Hace unos días, escuche a la ministra Delcy Rodríguez decir que en Venezuela había alimentos para saciar a 3 países, debo decir que esto me llenó de profunda ira, no porque lo considere una mentira, si no porque mientras ciertamente muchos comen de nosotros, aquí en Venezuela, muchos venezolanos desmayan del hambre.
Mientras los gobiernos de Nicaragua, El Salvador, Cuba, Bolivia y otros tantos chulos del Caribe acomodan sus posiciones diplomáticas a cambio de jugosos contratos que permiten generar programas populistas en sus naciones con financiamiento venezolano, las madres venezolanas se angustian porque sus hijos no pueden ir a la escuela porque no hay alimento para la lonchera. Mientras el sadico que gobierna Nicaragua se hace rico con el programa Alba, los venezolanos nos hacemos pobres pagando una simple compra de mercado. Así vivo el socialismo.
Mi hija está por nacer y aunque tiene ciertas ventajas porque me esfuerzo mucho en pagar un seguro para intentar sobrellevar toda la crisis en nuestro sistema de salud, igual tuve que ofrecer trueques junto a mi esposa para encontrar pañales y hasta el pitosin necesario para la cesárea. Todo esto mientras se anunciaba como si fuera una proeza que aviones con medicamentos y toda la solución fisiológica en existencia fue enviada a nuestros "hermanos" en Ecuador. Así desprecio al socialismo.
Ya soy un adulto, tengo mis amigos, tengo mis hermanos, tengo a un padre que hoy no tiene nevera porque también la regalo, tengo una esposa, un hijo y una niña que viene en camino que dependen de mí, tengo una responsabilidad con miles de vecinos que me eligieron para representarlos, tengo compañeros de lucha, tengo conciudadanos. Y sé que a ninguno de nosotros nos conviene el socialismo, sean de mi sangre, idea, creencia, país o religión.
Creo en ustedes, en cada individuo, creo en los venezolanos que cuidan de sus familias y a eso apelo hoy. Hay un desgobierno que prioriza sus intereses geopolíticos contratando armamento y manteniendo a gobernantes chulos del hemisferio, mientras nosotros estamos a oscuras y pasando hambre. Luz para la calle y oscuridad para la casa.
Tu futuro, mi futuro y el futuro de nuestras familias depende de derrotar con decisión y mucha presión a quienes nos "gobiernan" y condenar a las propuestas socialistas a la desaprobación perpetua.
Julio César Rivas
@JULIOCESARRIVAS
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