Breve Historia
Él pensó que era inmune a los flechazos de quien mientan cupido. Tanto que a pesar de que ella lo atraía desde la primera mirada, su seguridad sobre si mismo, lo invitaba a avanzar sin pensar que el calor pudiera derretirle los pies sobre los que se sostiene.
Ella, cerrada en sus propios sentimientos, buscaba la forma de superar un bajón, distraerse, demostrar que puede avanzar. Sin duda puede, puede todo. No solo porque es hermosa, si no que detrás de esa chica alta con mirada pensante, hay una mujer analítica, inteligente y con carácter.
Él, intenta escabullirse en agujeros, tratando de descifrar claves que le permitan estar más cerca, ya sabe que no le gustan los mariscos, que le aburren las películas de historia, que prefiere el ron sobre el whisky, que una Margarita le gana a la copa de vino. También tiene en cuenta, que ella sabe cómo se siente no ser correspondida.
Ella y él, se llevan bien, al menos él lo cree así, por cúmulos de instantes que considera mágicos. Él no lo sabe aún, pero eso que considera especial, es efecto del flechazo.
Nadie tiene la culpa en este accidente, quizás en alguna medida sea del virus chino. Hace que la gente piense de más y que sueñe mucho. Él está soñando de más.
Ha soñado tanto, que confundió buenos gestos con no se que, no diferenciaba sus sueños de la realidad. Que la imagen borrosa, pero viva, de ella tan cerca, entre sus brazos, era eso, solo un sueño. Y en medio de esa transición, entre dormido y despierto, entre sobriedad y borrachera, llego el choque.
Su mirada rebuscaba encontrarla, pero no, no estaba para él. Entonces trataba de distraerse mirando hacia los lados y solo encontraba pretendidos y pretendientes de ella, su sueño.
En frente, un escape...
Un trago tras otro, no importa de que, no importa cuantos. Aun así su vista seguía viva y su deseo de tenerla cerca lo obligaba a no escapar por la puerta. Seguía siendo la opción de un trago más, de un grito simulado en canto, de una baja de animo escoltada por una ranchera deprimente.
En un último esfuerzo, la miro a los ojos, solo quería decirle que la quiere y que le duele. Pero optó por callar, tomar un poco más y huir.
La huida fue corta, ya no podía contener aquello que dolía y se liberó de su carga, al despertar pensó que este episodio, solo era un sueño más, este más oscuro.
Pero no, el sigue sintiendo y a pesar de sus intentos, cada día se hace fuerte. No puede ahogar con alcohol todo, hasta allá no alcanza la magia, entonces opta por intentar borrar lo que piensa de más.
Es ella, lejos de él, fuera de su alcance, fuera de su mente, fuera de sus brazos, lejos de sus labios, ausente de su mundo, invisible en sus sueños. Pero aparecen, aparecen como flashback sus ojos, sus pestañas, sus cejas, su rostro cerca, su frente tibia, su piel porosa, sus vellos erizados, sus manos entrelazadas. Y así, también se hace daño.
Entonces, agobiado por lo que siente, por lo que piensa y sintiéndose como un pendejo. No hay nada más grave en un hombre o una mujer que apendejearse. Decide liberarse contando una historia, esta breve historia.
Él soy yo, ella eres tú.
Discúlpame por quererte.
Julio César Rivas
Ella, cerrada en sus propios sentimientos, buscaba la forma de superar un bajón, distraerse, demostrar que puede avanzar. Sin duda puede, puede todo. No solo porque es hermosa, si no que detrás de esa chica alta con mirada pensante, hay una mujer analítica, inteligente y con carácter.
Él, intenta escabullirse en agujeros, tratando de descifrar claves que le permitan estar más cerca, ya sabe que no le gustan los mariscos, que le aburren las películas de historia, que prefiere el ron sobre el whisky, que una Margarita le gana a la copa de vino. También tiene en cuenta, que ella sabe cómo se siente no ser correspondida.
Ella y él, se llevan bien, al menos él lo cree así, por cúmulos de instantes que considera mágicos. Él no lo sabe aún, pero eso que considera especial, es efecto del flechazo.
Nadie tiene la culpa en este accidente, quizás en alguna medida sea del virus chino. Hace que la gente piense de más y que sueñe mucho. Él está soñando de más.
Ha soñado tanto, que confundió buenos gestos con no se que, no diferenciaba sus sueños de la realidad. Que la imagen borrosa, pero viva, de ella tan cerca, entre sus brazos, era eso, solo un sueño. Y en medio de esa transición, entre dormido y despierto, entre sobriedad y borrachera, llego el choque.
Su mirada rebuscaba encontrarla, pero no, no estaba para él. Entonces trataba de distraerse mirando hacia los lados y solo encontraba pretendidos y pretendientes de ella, su sueño.
En frente, un escape...
Un trago tras otro, no importa de que, no importa cuantos. Aun así su vista seguía viva y su deseo de tenerla cerca lo obligaba a no escapar por la puerta. Seguía siendo la opción de un trago más, de un grito simulado en canto, de una baja de animo escoltada por una ranchera deprimente.
En un último esfuerzo, la miro a los ojos, solo quería decirle que la quiere y que le duele. Pero optó por callar, tomar un poco más y huir.
La huida fue corta, ya no podía contener aquello que dolía y se liberó de su carga, al despertar pensó que este episodio, solo era un sueño más, este más oscuro.
Pero no, el sigue sintiendo y a pesar de sus intentos, cada día se hace fuerte. No puede ahogar con alcohol todo, hasta allá no alcanza la magia, entonces opta por intentar borrar lo que piensa de más.
Es ella, lejos de él, fuera de su alcance, fuera de su mente, fuera de sus brazos, lejos de sus labios, ausente de su mundo, invisible en sus sueños. Pero aparecen, aparecen como flashback sus ojos, sus pestañas, sus cejas, su rostro cerca, su frente tibia, su piel porosa, sus vellos erizados, sus manos entrelazadas. Y así, también se hace daño.
Entonces, agobiado por lo que siente, por lo que piensa y sintiéndose como un pendejo. No hay nada más grave en un hombre o una mujer que apendejearse. Decide liberarse contando una historia, esta breve historia.
Él soy yo, ella eres tú.
Discúlpame por quererte.
Julio César Rivas
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