En la Montaña

Busque la colina más alta, de allí, estaba seguro, tendría la oportunidad de verte sonreír un minuto más.

Los minutos pasaban rápido, tanto, que hurgaba la forma de alargarlos, un camino, un trago, tenerte cerca un instante más. Evitaba algunas veces tu mirada, para no perderme. Pero deseaba encontrarte, lo deseaba con intensidad.

Y así, llegó el momento de soñarte, en el
sueño de pedirte un abrazo. Aunque en distancia estuviéramos allí, tan cerca de hacerlo posible.

Y el tiempo pasó, y solo permanecí encerrado en el sueño, allí donde pude besarte, tocarte, tenerte. Sentir tu cuerpo mojado, apreciar tus suaves labios, comer cada rincón de ti a besos.

Y cuando todas las sensaciones me inundaron, y un escalofrío agradable me llevaba al punto de casi estallar, abrí los ojos, las camas nos separaban y las sábanas se interponían entre nosotros.

Corrí a la ducha deseando despertar, no del sueño que había tenido, si no de esta realidad chocante que me ponía distancia. Al regresar a cama y tenerte tan cerca, la tentación me llamaba, pero aunque el deseo estaba vivo, me sentí muy bien al verte profunda en tu propio sueño.

Cerré mis ojos y allí estabas, una vez más para mi, y esas ganas que tengo, se hicieron vivas con mis deseos, que solo son malos cuando me toca despertar. Anhelo el día, que abra los ojos y estés allí, más cerca, donde la piel sea piel y la historia no termine con una llamada de recepción recordándome que no me puedo encerrar en sueños, debo vivirlos.

Julio César Rivas

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