Soledad


Abro los ojos y miro a mi lado, rápidamente me doy cuenta que lo que abrazo es solamente mi almohada. Cierro los ojos, respiro profundo y entiendo que en este momento, es mejor así.

Pasan imágenes en mi mente, tal cual álbum digital. Siento que no te he dejado de querer, a veces pienso es imposible olvidarte, veo las distintas formas de tus labios, todos los tonos de tu voz, la gama de colores que pigmentan tu piel, los kilos que están y los que dejan de estar, las formas en que ríes, en que lloras, en como me miras al despertar, en como peleas y de que manera me convences.

Entonces siento como si fuera hoy, el día de cada despedida. Porque viendo tus ojos intente ver que pensabas, llegue a indagar tus sensaciones, tus sentimientos, hasta yo mismo vivirlos. Mis preguntas armaron un personaje, mis vivencias crearon una persona, pero distintos motivos llevaron a alejarte de mí. Y a pesar de que a veces abro los ojos y estas allí, dormida, pensando en no se que. Estoy claro que tu nombre aún no se reduce.

Un nombre no se reduce por si lo haces bien o no, tampoco la clave consiste en los buenos momentos que se viven. Es difícil lograr ese nombre incluso con lo más fuerte que existe, el amor. Todo se reduce al nombrado destino, que junta el capricho, las situaciones, el pasado, las atracciones, el entorno, los sentimientos y el momento. Y el momento no me ha llegado para ponerte nombre.

Y es que veo tu nombre tan largo y cambiante, como el tablero del aeropuerto. Pero tu rostro se detiene en un segundo y vivo cada momento, me doy cuenta que eres buena y no mereces ser pasajera.

Veo el futuro y se que estas allí, mereciendo que aparte todos los nombres para escribir solo el tuyo. Veo mi almohada y se que la merezco, entiendo también que deberé apreciarla como terapia. El tratamiento de la soledad necesaria, del encuentro conmigo mismo, de salir de mis despechos y vivirlos, de pedir perdón si hice daño, de tomar una hoja en blanco para no escribir sobre letras, para ver una imagen sin compararla con otra, para sentir por ti, lo que no puedo sentir con tantas letras en tu nombre.

Y mientras consigo escribir tu nombre, escribo lo que en este momento anhelo: SOLEDAD.

Julio César Rivas

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