Venezuela desde una burbuja

(Opinión)

Mi familia, como la de muchos venezolanos, está separada por la distancia. Sin embargo cada vez que se puede buscamos la forma de encontrarnos y compartir buenos momentos.

En esta oportunidad una de mis hermanas vino de visita a Venezuela y trajo con ella una amiga estadounidense. Para ambas organice los días tratando de mostrarles las bendiciones naturales de esta, nuestra tierra.

El primer día rentamos una lancha, Morrocoy disfrutado a plenitud, aguas transparentes, cálidas y calmadas, arena blanca y buen clima. La opción escogida fue el plan perfecto, quien nos atendió cuido cada detalle, uno solo debía preocuparse por disfrutar y relajarse. El capitán no sólo se esforzó por un paseo bien completo por todo el parque, también se ocupó de que nunca faltarán los tragos y a la hora de comer se lució con una deliciosa parrilla hecha en el mar. Todo esto por el costo equivalente de subir el Empire State con dos acompañantes. 

La Hacienda Santa Teresa también estuvo en nuestra ruta, reseñas históricas, paseo explicativo del proceso de producción del ron, cata de los distintos añejos que ofrece esta casa y como no, una buena carne con vista al valle de Aragua. 

Aprovechando los pocos días de la visita, subimos a la Colonia Tovar, impresionadas de tanto verde, la cordillera de la costa era contemplada en su magnitud. Una vez en la colonia, visitamos su mercado, probamos sus dulces de fresas, bebimos sus cervezas artesanales y echamos unos mordiscos a la rodilla que es el fuerte de su plato típico. 

Y así disfrutamos los días, visitando otras playas, subiendo al Ávila, una burbuja que hice para ellas, en un país que todos temen visitar. 

Larissa la gringa que vino con mi hermana, había sido advertida de no venir a Venezuela, "allá no comerás nada" le había comentado su jefe, sin embargo hice lo posible para que eso no sucediera y en cada lugar que fuimos disfrutamos de buenos platos. Hice el mayor esfuerzo para que nuestros problemas, que son graves y son bastantes no fueran la impresión general.

En carretera aprovechaba las horas para contar de nuestra realidad, explicaba el  porque no hay papel sanitario en los baños, porque no se puede usar celular en el tráfico caraqueño, porque el agua no se puede tomar directo del grifo y también el porque no es recomendable pasar la tarjeta de crédito en los puntos comerciales. 

Él último día, vía al aeropuerto me interné en el centro de Caracas, las pase por Miraflores donde fueron reprendidas por militares por tomar fotos, recorrimos la Av. Baralt y la Av. Sucre, presenciaron las colas por alimentos básicos, por pan. Le señale a mi hermana el lugar donde ambos nacimos, el hospital de Lidice. Les mostré la Venezuela que sufrimos.

Ya en el Aeropuerto, 3 horas y 45 minutos antes de la hora indicada en su ticket de vuelo para su siguiente destino (Curazao), nos acercamos al mostrador de InselAir, somos informados que su vuelo fue adelantado de hora y que ya no podrían abordar, que se meterían en sistema para no penalizarlas por la perdida del vuelo y que podían abordar el vuelo al día siguiente a las 10:00pm. Cambiaron el vuelo sin avisar y ejercían el trato como si la falta fuera del pasajero.

Estas empleadas de la aerolínea, en tono despectivo y de forma grosera no ofrecían siquiera una disculpa por este incidente, si no que dicho esto se retiraron sin atender las quejas e inquietudes que generaban un cambio de itinerario tan brusco. El esfuerzo que hice en esos días para que se llevarán una buena impresión, lo arruinaban dos venezolanas groseras que tratan a la gente como basura, sin ningún tipo de consideración y respeto.

Acudimos al INAC en busca de apoyo, y debo reconocer que el personal procedió conforme al reglamento a contactar con la aerolínea para que ofreciera hospedaje y un vuelo más cercano. Sin embargo la aerolínea siguió en su posición de hacerse los desentendidos, por lo que se les inició un proceso administrativo para sancionarlos.

En definitiva, se compraron nuevos boletos en otra aerolínea y culminaron su paseo breve por Venezuela, que tiene mucho que ofrecer, pero que necesita de nuestro esfuerzo para que sea atractivo para los demás. Una cascada, una isla bonita, una montaña imponente, no tiene valor para un turista, si los anfitriones no saben tratar, si no hay espíritu de servicio, si no hay amabilidad y respeto.

Sueño con que pronto empecemos a recibir a miles de visitantes, para que rutas como esta no sean una débil burbuja, si no nuestra realidad general, un país del cual sentirnos orgullosos. 

Julio César Rivas

@JULIOCESARRIVAS

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