Venezuela en mi Memoria (II)

 NOTICIAS


Ya habían pasado 2 años de la intentona golpista, en mi búsqueda algunas señales exigían más explicaciones, no entendía porque rayaban en las cercanías de mi casa mensajes alusivos a Chávez, el asesino de unos años atrás. También me enrollaban los mensajes nostálgicos de gente que ya extrañaba al Gocho Carlos Andres, si apenas unos meses antes celebraban su destitución.


Y aunque eran los tiempos de Power Rangers, Motoratones y Thunders, yo trataba de mantenerme despierto hasta el noticiero de las 11, tenía que conseguir respuestas y las noticias muchas veces me ayudaban a conquistar elementos.


Y como si el universo conspirará surge Globovisión, un canal que transmitía noticias las 24 horas. Más información ponía mi mente a trabajar, que mataron a un jugador de la selección de fútbol de Colombia, que los italianos y los brasileños disputan la copa del mundo, y que van a liberar a Chávez. Este último aún era una noticia más, apenas era una noticia. Me concentre en las otras, me pareció más interesante. 


Interesarte por las noticias, te empieza a convertir en un ser político, por que te estás involucrado en los asuntos públicos. Desde entonces ya me consideraba politico, quería mi insignia de Disciplina en el Colegio y afirmaba a mis compañeros que al crecer sería presidente de Venezuela. 


¿Que es lo primero que vas a hacer? Me preguntaban. ¡voy a sacar a los colombianos!. "¿A tu abuela también?"; a ella de primero. 


Suena duro, pero aquella afirmación radical, era producto de la información que recibía, en ese momento escuchaba mucho que Colombia intentaba quitarle territorio a Venezuela. Además guardaba el recuerdo de un mural en la frontera: "Mata a un venezolano y te ganas una Coca Cola".


Los años fueron pasando y con ellos las noticias, pero en ellas cada vez más constante y con más frecuencia el nombre de aquel hombre que una vez pensé volcán, Chávez.


En 1996 ya había salido de Caracas, vivía en Valencia en una urbanización industrial, era un lugar sano, todos se conocían, rodeado de industrias y cañaverales. La vista acá lucia aburrida, en contraste con lo que se ve desde el balcón de una casa de tres pisos en la punta de un cerro en Caracas. Mis ratos junto al televisor aumentaban. 


Otra cosa que contrastaba, es que en el Colegio donde recién llegaba, los padres y maestros preferían temas distintos a los que había oído el último año en el colegio evangélico de Caracas, acá predominaba Chávez en las conversaciones, la gente empezaba a debatir con frecuencia la conveniencia o no de su candidatura presidencial.


Me alineaba con la posición de algunos padres: "A un asesino no se le puede dar oportunidad", también relucían aquellas frases que hoy parecen proféticas: "Ese tipo es un comunista, acabará las empresas, convertirá a Venezuela en Cuba, hará que los venezolanos huyan". Las noticias y las conversaciones de los adultos ya me daban argumentos para incluirme en debates, por lo que a los 9 años ya me sentía seguro de empezar mi labor. Lo primero sería convencer a mis profesores de que votar por Chávez sería un error.


Lo intente durante 3 periodos escolares consecutivos, con la profesora Zaida en 4to grado, con el profesor Rodolfo en 5to y con el Profesor Victor en 6to Grado. Fue infructuoso en todas, ellos, los que tenían la responsabilidad de enseñarme, estaban sumidos en la ignorancia en un tema fundamental. Para mi era 

inaceptable y con todos en clases de sociales tuve discusiones intensas. Para mi era absurdo que un profesor, que se supone tiene educación, tan solo considerará que un asesino fuera presidente. 


Y llegó ese domingo de 1.998, con el mi primera apuesta, era un billete de 5.000, era mi fortuna, lo que logré reunir entre las mesadas de mi papá y los regalos de mi abuela. Aposté contra Chávez con una de mis primas, esperaba los resultados cantando un populoso rap "empezó Salas Römer, Salas Römer empezó, por eso es que nosotros le deseamos lo mejor". Pero vino la marcha de Venevision y con ella el triste anuncio, Hugo Chavez era presidente, en ese entonces yo ya tenía 11 años, pero nunca había sentido esa sensación tan desagradable, un vacío en el corazón, un dolor inexplicable que solo volví a experimentar con los despechos de enamorado adolescente unos años después. 


Iniciaba la era Chávez, y con ella se profundizaba el tema político, elección para esto, elección para aquello, constantemente se veían a activistas políticos realizando campañas. Estaban cambiando nuestra constitución. Chávez ganaba una tras otra, yo ya me creía confundido. La mayoría de los adultos que me rodeaban estaban embobados con las palabras del matón, mis advertencias parecían diluirse entre las alabanzas de aquellos que le firmaban cheques en blanco.


Gracias a Dios mi mama no estaba entre esas, aún no había cambiado su centro electoral a Valencia, pero al ver mi pasión por la campaña interna del No al cambio de la Constitución, emprendió el viaje a Caracas para ejercer el voto y lo hizo durante unas inundaciones que aquella misma noche derivaron en tragedia.


Chavez logro cambiar la constitución, lo hizo negándose a postergar la fecha electoral y decretar la emergencia, su victoria, una vez más estaba acompañada de la muerte. Los venezolanos ya no centraban su atención a la gravedad de que un criminal había logrado el objetivo de amoldar la carta magna a su conveniencia, todos estábamos concentrados en rescatar a los sobrevivientes de la Tragedia de Vargas.


Se contaban por cientos de miles los damnificados, Chávez rechazaba la ayuda humanitaria enviada por los EEUU y así demostraba que su ideología, estaba por encima del bienestar de la gente. Algo que no se quiso ver desde aquel momento.


Ocupaba mi despecho político, haciendo algo entre la tragedia, marcaba con las letras QEPD las casas donde los rescatistas encontraban todos los cadaveres, el olor a muerte llegaba hasta los túneles Boquerón. Ayudaba también a seleccionar ropas donadas y presenciaba como iniciaba el descaro militar a niveles sin precedentes, se adueñaban de las donaciones y desviaban toneladas de alimento. De la tragedia del 99 Vargas aún guarda cicatrices, de la mala elección del 98, Venezuela hoy tiene una herida putrefacta en todo su corazón. 


Después de la Mega Elección, con la que Hugo se hizo del poder político casi absoluto en el año 2000, devino una avanzada totalitaria, expropiaciones, intervenciones y ataque a la propiedad privada. En las noticias ya no alababan tanto a Chavez, y las instituciones federadas empezaban a elevar la voz en contra de sus abusos.


La ley de tierras fue una de las polémicas en esos años, lo que desató una serie de manifestaciones, unas de ellas fueron masivas. Y concluyeron con respuestas violentas de parte de los Círculos Bolivarianos, los primeros grupos armados compuestos por delincuentes en defensa de la "revolución".


Toda aquella agitación generaba más noticias, y despertaba más interés en mi. Ya no solo compraba el periódico para estar pendiente de los jonrrones de Richard Hidalgo en las grandes ligas, si no para mantenerme al tanto de lo que ocurría a nivel político. Era tanta información, y me parecía tan delicada, que me pareció útil llevar un registro histórico. Por lo que allí inicié mi primer intento de escribir un libro. A finales de 2001 y principios de 2002 le di utilidad a mi computadora y pasaba largos ratos plasmando las etapas abusivas de la revolución chavista. Un recuento de cómo se agudizaba el control sobre la propiedad privada, los nexos con la guerrilla y el narcotrafico, estaba reciente el caso Montesinos, un asesor de Expresidente Fujimori, que estaba en Venezuela bajo protección del gobierno de Chávez. Ya para la fecha había evidencia y yo la conocía, de que este había sido el enlace entre el cartel de Medellín y el Gobierno de Peru para obtener pasta de Coca sin trabas en su trayecto por el país Inca. Que estuviera protegido por Chávez en Venezuela, para mi solo tenía una explicación, y la generaba con una ecuación simple, de las mismas que estaba aprendiendo en las clases de matemática de mi primer año de bachillerato justo en ese momento. 


Llevaba ya a 200 páginas escritas de lo que titulé: El Presidente Revolucionario. Llegaba abril de 2002 y derrepente pareció que ya sabía hasta cuando podía dejar de escribir. "Se le exigió la renuncia, la cual aceptó". Chávez había sido depuesto, un cierto respiro en medio del dolor y el impacto que había en mi mente, luego de ver cómo asesinaron a varios manifestantes en aquella marcha histórica del 11 de abril de 2002.


Julio César Rivas

@JULIOCESARRIVAS


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